Su exceso de yodo hace que sean un alimento a consumir de forma ocasional y en pequeñas cantidades.

Las algas, utilizadas desde tiempos inmemoriales en China, Corea o Japón para la elaboración de cosméticos y como alimento básico en su alimentación, han logrado colarse en nuestra dieta en los últimos años.

Existen más de diez mil variedades de algas, muchas comestibles, que pueden prepararse crudas o cocidas. Actualmente es fácil encontrarlas en forma de ensalada (wakame), sushi (nori) o deshidratadas (kombu). Otras variedades que han llegado hasta nuestros supermercados son: laminaria, espirulina, hiziki, arame, lechuga de mar y agar-agar, todas se importaban antes de Japón –donde las más utilizadas son la nori y el kombu– y actualmente provienen Estas “verduras” marinas son apreciadas por la baja cantidad de grasas que contienen. Cada cien gramos de porción comestible de algas aporta 26 kilocalorías, según datos de la Fundación Española de Nutrición.

Alto contenido en yodo

No obstante, su elevado contenido en yodo nos hace estar alerta a la hora de consumirlas. Aunque el yodo contribuye nervioso y de las tiroides, superar la ingesta diaria recomendada (150 mcg/día, según datos del National Institutes of Health) puede ser perjudicial para el organismo. Por este motivo, la Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos (EFSA) recomienda no consumirlas de manera habitual ni en grandes cantidades.

Mejor como condimento

Un buen consejo es usarlas más como condimento que como ingrediente principal de una receta, y también limitar los platos que las contienen en mucha cantidad, como puede ser una ensalada de wakame, a una ingesta ocasional.

XF recomienda: Para cubrir nuestros requerimientos de yodo es más aconsejable recurrir a la sal yodada que a las algas.