La castaña es un fruto seco de alto valor energético, rica en vitaminas y baja en grasas que nos puede ayudar a protegernos del frío del invierno.

A pesar de ser un fruto seco, se diferencia del resto en su alto contenido en hidratos de carbono. La castaña tiene un 40% de hidratos de carbono, mientras que el resto de frutos secos suelen tener entre un 15-20%.

Debido a la alta proporción en hidratos de carbono, las personas diabéticas deben moderar su consumo.

Contiene muchas menos proteínas y grasas que el resto de frutos secos; por tanto, su contenido calórico se ve reducido.

Rica en potasio y ácido fólico (beneficioso para las embarazadas) además de ser una fuente rica en vitaminas como la vitamina E y la vitamina B3.

Como también tienen una gran cantidad de fibra, nos permiten mejorar el tránsito intestinal; pero en cambio las personas con un sistema digestivo débil deben tener cuidado de no comer demasiado, porque pueden provocar flatulencias y malestar intestinal.

Según la medicina tradicional china, las castañas nutren los riñones, que precisamente son los órganos que más sufren durante el invierno. Este alimento actúa calentando y propiciando la activación de los riñones.

Por tanto, son especialmente indicadas para las personas que sufren de retención de líquidos y dolores lumbares relacionados con la debilidad de los riñones, así como para las personas mayores, ya que con la edad los riñones son unos de los órganos que pierden más rápidamente la energía vital.

Las Castañas que se comen han arraigado muy a nuestra cultura gastronómica. Son un fruto de otoño del bosque, que popularmente las hemos comido crudas, tostadas o hervidas, y que en el Valle de Llémena han convertido parte de la gastronomía local, tanto en guisos, cremas o postres, como elemento calórico, para la protección del frío.