La inestabilidad, propia y con el entorno, rige el carácter de quien tiene trastorno límite de personalidad (TLP), conocido más popularmente como borderline. Desregulación emocional, pensamiento extremadamente polarizado y relaciones interpersonales caóticas son los tres vértices entre los cuales se mueven los pacientes con esta patología que suele empezar en la adolescencia.

Más del 2% de los españoles sufren problemas de inestabilidad y adaptación a causa de una personalidad mal construida. El trastorno límite de personalidad (TLP) o trastorno borderline es el más común de los trastornos de la personalidad.

Según el DSM-IV (el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), la característica esencial del trastorno límite de la personalidad es un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales (alternancia entre los extremos de idealización y de devaluación), de la propia imagen y la afectividad, y una notable impulsividad y escaso control de los impulsos. Lo más frecuente es que estas características se manifiesten al inicio de la etapa adulta y estén presentes en muchos ámbitos de la vida del individuo.

El trastorno límite de la personalidad causa un malestar significativo y genera desadaptación social, ocupacional y funcional general. Este trastorno está asociado a elevadas tasas de comportamientos autodestructivos, como son las tentativas de suicidio y los suicidios consumados, y tiende a ocurrir más a menudo en las mujeres y entre pacientes psiquiátricos hospitalizados.

Hasta un 2% de la población sufre trastorno de personalidad, una patología psiquiátrica poco atendida que interfiere en la forma de llevar la vida cotidiana con normalidad y que a veces se oculta detrás de conductas autodestructivas como los trastornos de alimentación o el abuso de sustancias. Hasta un 10% de estas personas llegan a suicidarse. Por el hecho de ser un trastorno de personalidad, los rasgos son de larga duración, intensos, inflexibles con un gran malestar y sufrimiento en las personas que los tienen, e interfieren en su calidad de vida.

La relación materna, factor de riesgo

 

Una relación disfuncional materna puede aumentar el riesgo de que aparezca un trastorno límite de la personalidad, cosa que muestra que las relaciones paternales disfuncionales son fundamentales en la aparición de este trastorno.

Así lo ha demostrado un estudio multicéntrico liderado por Matías Real y Gonzalo Haro, del Servicio de Psiquiatría del Consorcio Hospitalario Provincial de Castelló, que atribuye a esta relación una influencia más grande incluso que la carga genética, hasta el punto de que una buena relación con la madre durante la infancia y la juventud prevé en la edad adulta la aparición del trastorno.

Este dato confirma los resultados de estudios previos, que ya habían puesto de manifiesto que una familia desestructurada puede comportar consumo de drogas, problemas de conducta en la adolescencia y la aparición del trastorno de la personalidad en la vida adulta. Los trastornos de personalidad motivados por el consumo de sustancias provocan un gran deterioro personal, social y familiar, además de importantes gastos para el sistema sanitario. Los especialistas han concluido que parece que hay que sumar varios factores como los antecedentes genéticos familiares de enfermedad mental a factores ambientales como unas relaciones paternofiliales disfuncionales para desarrollar trastornos de personalidad. Abusos en la infancia y desatención o abandono durante la niñez también están entre los factores de riesgo de desarrollar un trastorno límite de la personalidad.

Comportamientos nocivos

 

En general, la persona afectada muestra:

  1. Conductas impulsivas e impredecibles (gastos, promiscuidad sexual, abuso de drogas, conducción temeraria, etc.).
  2. Inestabilidad afectiva a causa de una notable reactividad del estado de ánimo (episodios de intensa disforia, irritabilidad o ansiedad, cambios de humor o repentinas explosiones emocionales, ira inapropiada e intensa, muestras frecuentes de mal genio, peleas físicas recurrentes).
  3. Relaciones interpersonales caóticas, intensas y difíciles. Intensos esfuerzos para evitar el abandono.
  4. Comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes o comportamientos de automutilación.
  5. Problemas de identidad: inestabilidad acusada y persistente de la autoimagen y/o del sentido de sí mismo. Sentimientos de vacío o aburrimiento, duda de la propia identidad.
  6. Miedo a la soledad y al abandono, con esfuerzos frenéticos por evitar un abandono real o imaginario.
  7. Ideación paranoide transitoria relacionada con el estrés o síntomas disociativos graves.

Deterioro de las relaciones familiares

 

En Cataluña, y según los datos de la Asociación Catalana de Ayuda e Investigación del Trastorno Límite de la Personalidad (ACAI-TLP), el 80% de las demandas de asistencia a los enfermos de TLP son formuladas por los mismos familiares. Además, el TLP tiene consecuencias directas sobre los miembros de la familia, puesto que produce un desgaste emocional, cuadros depresivos, problemas de pareja y violencia doméstica.

En cuanto al entorno social, observamos que las personas que sufren TLP presentan una tasa de paro muy elevada, a pesar de sus aparentes capacidades sociales e intelectuales, pero la inestabilidad emocional, el miedo al rechazo y al fracaso y la impulsividad hacen que les sea muy difícil mantener la estabilidad laboral. Por otro lado, su círculo relacional es muy reducido, con relaciones amistosas, pero superficiales, en las que el miedo al rechazo les hace especialmente vulnerables. Esto provoca que a menudo entren en conflictividad relacional y también personal.

¿Tiene tratamiento?

 

El tratamiento del trastorno límite de la personalidad puede ser difícil y exige mucho de tiempo, años en muchos casos.

Muchas personas con este trastorno pueden tener problemas o preocupaciones adicionales como depresión, trastornos de la alimentación, abuso de sustancias, etc. y puede resultar difícil aislar lo que es el trastorno límite de la personalidad de otros trastornos. A esta problemática, hay que añadir la comorbilidad asociada a esta dolencia, aspecto clave a tener en cuenta para poder definir un tratamiento eficaz.

De este modo, hace falta el trabajo de un equipo multidisciplinario (psicólogos, psiquiatras, centros de día o urgencias psiquiátricas), como también la ayuda de la familia (pieza clave en el tratamiento de este trastorno). Este tratamiento habitualmente combina la psicoterapia con una medicación adecuada. La terapia de grupo puede ayudar a cambiar los comportamientos autodestructivos. Según los expertos, el refuerzo de un comportamiento adecuado por parte de los compañeros puede ser más positivo que la asesoría individual, porque las personas con esta afección a menudo tienen dificultades con las figuras de autoridad, lo cual les puede impedir el aprendizaje. En cuanto a los medicamentos, pueden ayudar a nivelar los altibajos en el estado de ánimo y tratar la depresión y otros trastornos que se pueden presentar con esta afección.