Juego patológico, adicción al trabajo, compras compulsivas y adicción a Internet han ido ganando cada vez más adeptos en la sociedad de hoy, ávida de sensaciones y vacía de valores. Una prueba que, para ser adicto, no tiene que haber necesariamente una «sustancia» de por medio.

Una de cada cuatro personas sufre trastornos de la conducta asociados a las adicciones sin sustancia, según la Organización Mundial de la Salud. Impulsividad disfuncional, baja autoestima e introversión constituyen los rasgos específicos de personalidad que condicionan el futuro adicto sin sustancia, según indican psiquiatras y médicos de atención primaria, alarmados ante el continuo aumento de casos en sus consultas. De entre todas ellas, la ludopatía es la más extendida de estas dolencias crónicas y una de las que comporta consecuencias más graves para el individuo y la familia.

 

Nexos comunes a la drogadicción

 

Las adicciones sin sustancia, también conocidas como psicológicas o comportamentales, y las químicas (drogodependencias), presentan perfil clínico y enfoque terapéutico similares. Según el doctor José Ángel Arbesú, coordinador de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), «los pacientes que sufren una adicción sin sustancia tienen parecidos con los adictos a sustancias, puesto que en las dos hay tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia con patrones conductuales perniciosos consolidados y repetitivos». Aunque en ambas suelen darse recaídas durante el tiempo que dura el tratamiento, la motivación en la hora de dejar la adicción es más grande en el caso de las adicciones sin sustancia.

 

Su mayor aceptación social, un peligro añadido

 

Más aceptadas socialmente que el consumo de sustancias tóxicas, los expertos advierten que las adicciones sin sustancia son igual de adictivas y con consecuencias bio-psicológicas y sociales similares. Según el parecer del doctor Javier García Campayo, psiquiatra del Hospital Miguel Servet de Zaragoza, «pasan más desapercibidas porque no se consiguen en un mundo marginal como las drogas, sino que son procesos de uso habitual e incluso necesario en muchos niveles laborales. Además, son más aceptadas socialmente porque, en el caso de las nuevas tecnologías, es una cuestión solo de tiempo dedicado: la mayor parte de la gente usa Internet o móvil, la persona adicta solo lo usa mucho más tiempo». Así, lo que suele empezar como una conducta ocasional aumenta de frecuencia hasta convertirse en patológica.

La ludopatía

 

Es la adicción sin sustancia más extendida y una de las que comporta consecuencias más graves para el individuo y la familia. «En España, aproximadamente entre un 2-3% de la población sufre ludopatía, (450.000 jugadores patológicos, sin contar los 750.000 jugadores que todavía no sufren adicción pero que tienen un alto riesgo de caer), en todas las clases sociales e independientemente del nivel de estudios e ingresos», confirma el doctor Arbesú Prieto.

Más del 1,5% de la población por encima de 18 años presenta un cuadro de juego patológico, con una edad media de inicio de 35 años. Por cada tres hombres hay una mujer, con una edad predominante de entre 18 y 40 años, de clase social baja o media-baja.

Dentro del perfil del jugador patológico, hay tres tipos: hombre casado y con hijos de aproximadamente 40 años y de clase media; ama de casa de unos 50 años aficionada a las máquinas tragaperras; y jubilado/da con pocos parientes, de clase mediana-baja. Este tipo de adicción, además, puede asociarse a otros trastornos psiquiátricos y alteraciones familiares, sociales y laborales. Los niveles de ansiedad suelen ser más elevados y muchos de estos pacientes sufren poli adicciones (adiciones múltiples).

La adicción a las nuevas tecnologías

Es mucho menos común. «Los que van a las consultas suelen ser adolescentes o jóvenes llevados por sus familias por las muchas horas que permanecen encerrados en su habitación con Internet», afirma el psiquiatra García Campayo. La adicción a Internet (en la red o a su contenido) se ve facilitada por factores como por ejemplo el anonimato, la carencia de toxicidad y efectos secundarios, junto al bajo precio de la conexión. La adicción se instaura cuando se alteran aspectos importantes en la vida, como los lazos familiares, el trabajo o la situación económica, pasando a ser centro de interés permanente; entonces la «vida real» queda relegada en un segundo plano.

La adicción a las compras

 

Otra conducta adictiva que ha ido creciendo los últimos años es la adicción a las compras compulsivas o impulsivas, también llamado trastorno de adquisición anormal y que consiste en un impulso irresistible de adquirir de forma repetida objetos innecesarios, incluso con un precio elevado. Este tipo de adicción es más prevalente en mujeres (80%), y afecta de un 1,1 a un 5,9% de la población general. En un estudio reciente llevado a cabo por la Universitat Politècnica de València y la Universidad del País Vasco, se posa de manifiesto que el 16% de los españoles son adictos a las compras.

La evolución de este trastorno suele ser crónica en el 60% de los casos y el ansia por comprar puede tener una frecuencia que va desde una vez por hora hasta una vez al mes. Se puede asociar con otros trastornos del control de los impulsos (cleptomania, ludopatía…), trastornos del estado de ánimo, trastornos de la conducta alimentaria (como el trastorno por atracón y la bulimia nerviosa), y trastornos obsesivo-compulsivos.

Los jóvenes tienen más riesgo, puesto que suele iniciarse alrededor de los 18 años. Sin embargo, los afectados no buscan tratamiento hasta la tercera o cuarta década de la vida y, generalmente, lo hacen porque han llegado a tener problemas financieros graves.

 

La adicción al trabajo

Se caracteriza por una necesidad excesiva e incontrolable de trabajar incesantemente, que afecta a la salud, la felicidad y las relaciones interpersonales, según definió el profesor americano Oates como «workaholism«.

Tradicionalmente afectaba sobre todo a los hombres, pero los últimos años se ha extendido también entre las mujeres y se calcula que más del 20% de la población trabajadora mundial presenta esta adicción. En España, se estima que sufre adicción al trabajo el 10% de la población. Según la Organización Internacional del Trabajo, el 8% de la población activa española dedica más de 12 horas al día a su profesión para huir de sus problemas personales y muchos acaban sufriendo dolencias cardiovasculares.

Algunos expertos han señalado que dedicar más de 50 horas semanales al trabajo puede determinar la adicción. Como rasgos individuales, predisponen a la aparición de este cuadro factores como: un ambiente familiar problemático que hace que el trabajador no quiera llegar a casa, la ambición excesiva por el poder, el dinero y el prestigio, y la carencia de afectos personales, que se suplen con el trabajo. La adicción al trabajo genera consecuencias negativas en la vida familiar, puesto que conduce al aislamiento, al divorcio y a la destrucción de la convivencia. También puede desarrollar problemas de salud, como dolencias cardiovasculares, gástricas, musculares, hipertensión y ansiedad/depresión. Además, puede iniciarse el consumo de sustancias tóxicas para aumentar el rendimiento laboral y superar el cansancio y la necesidad de dormir.

 

La formación de los médicos, clave

 

Generalmente transcurren varios años desde que aparecen los primeros síntomas hasta que se realiza el diagnóstico porque el paciente no suele tener conciencia de la dolencia y los familiares pueden tardar a darse cuenta de la situación hasta reconocer la existencia del problema. «El tiempo es variable y dependerá de la personalidad del paciente, de las repercusiones de la adicción en el medio laboral, social o familiar y del apoyo externo de que disponga», apunta el doctor Arbesú.

El tratamiento se tiene que personalizar de acuerdo con el entorno y el tipo de adicción, y es muy importante la entrevista clínica y el acuerdo terapéutico. El apoyo psicológico y/o los grupos de autoayuda pueden ser claves para entender y modificar las causas que han llevado a la adicción (rasgos de personalidad, sucesos vitales, presión del entorno). Igualmente pueden ser necesarias ayudas farmacológicas para facilitar el control de la adicción. «El tratamiento de prácticamente todas las adicciones tiene que ser compartido por psiquiatras, psicólogos y médicos de familia, para facilitar una atención integral del paciente», concluye.