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El término acné suele relacionarse con la adolescencia, pero esta patología va mucho más allá y puede extenderse a la edad adulta. En el caso de las mujeres, una de cada diez padece esta afección una vez cumplidos los treinta años.

 

Reconocer las causas

Para lograr controlar el acné, el primer paso es conocer qué factores intervienen en su patogenia. Entre los más comunes, destaca el aumento de la secreción sebácea que se regula a nivel hormonal a través de los andrógenos. Ciertas patologías hormonales, como el Síndrome del Ovario Poliquístico (SOP), se asocian a la presencia del acné.

Otro factor que propicia la aparición del problema es la acumulación de sebo y células muertas en la glándula productora de grasa, obstruyéndola. A este proceso se le conoce por comedogénesis y es debido a la alteración en el crecimiento de las células de la piel y/o a cambios que se producen en la propia glándula.

A su vez, el crecimiento de bacterias como el Propinebacterium acnes, propiciado por el exceso de sebo, tiene un efecto irritativo e inflamatorio en la piel, lo que puede conllevar una mayor presencia de acné.

 

Atacar el problema

Los tratamientos específicos para solucionar esta afección contienen combinaciones de principios activos que actúan a diferentes niveles:

  • componentes antiandrogénicos y seborreguladores, como el zinc, cuya función es la de controlar los niveles de grasa que genera la piel
  • componentes queratolíticos, como el salicilato de sodio, que eliminan la acumulación de queratina en el folículo pilosebáceo
  • componentes antiinflamatorios y antimicrobianos, como la clorhexidina, que reducen la inflamación y proliferación de bacterias

 

Higiene adecuada

Es importante realizar una correcta higiene e hidratación dos veces al día con productos específicos que no causen sequedad excesiva y así evitar los problemas derivados del sebo y la sobreinfección.